La paradoja de la víbora de la Isla de Queimada Grande
En la Isla de Queimada Grande, en Brasil, vive una serpiente endémica de armas tomar, la víbora dorada cabeza de lanza o jararaca-ilhoa (Bothrops insularis). Tiene el mérito de estar entre las víboras más venenosas del mundo, pero no es la más venenosa, como a veces se la califica en algunos artículos.
Aunque no hay registros confiables de mordeduras de esta víbora a humanos, y los que se tienen están teñidos de leyenda, muchos expertos opinan que si una persona recibiera una sola mordedura de esta serpiente tendría una probabilidad de 7% de morir si no recibe tratamiento en el curso de una hora.
El veneno de la jararaca-ilhoa es cinco veces más potente que el de su congénere de tierra firme, Bothrops jararaca, y también actúa más rápido. Es hemotóxico y neurotóxico, y causa hemorragias cerebrales e intestinales, fallo renal y deteriora órganos y tejidos; también causa parálisis muscular, dificultad respiratoria y finalmente, la muerte.
Asiladas desde hace miles de años
La Isla de Queimada Grande quedó desconectada del continente hace unos 11 mil años, probablemente debido al aumento del nivel del mar. Desde entonces, las serpientes y otros animales con movilidad reducida que habitan allí, y por supuesto las plantas, han evolucionado en aislamiento y se han diferenciado de sus ancestros continentales.
En ausencia de depredadores terrestres, la víbora de la isla se reprodujo y aumentó su densidad rápidamente. Pero no todo fue fácil, porque en la isla comenzaron a escasear de las presas que se desplazan por el suelo, en especial los roedores que eran su alimento preferido. Con el tiempo, la víbora se fue especializando en otras presas. Esto favoreció la evolución de un veneno específico a las presas más comunes en la isla. Así, las víboras recién nacidas y jóvenes poseen un veneno menos potente que las adultas, pero más tóxico para artrópodos que para otras presas. Las adultas poseen un veneno más potente y muy tóxico para vertebrados pequeños, siendo las aves migratorias y las lagartijas sus presas principales.
La isla no es un lugar seguro para nadie
La Isla de Queimada Grande es toda una contradicción. A pesar de su nombre solo tiene unas 43 hectáreas. Vista desde la distancia luce como un lugar paradisíaco, cubierto de bosque tropical y subtropical, matorrales y áreas abiertas. Sin embargo, debido a la gran cantidad de víboras, es uno de los lugares más peligrosos del planeta. Las visitas turísticas están prohibidas y solo se permite la actividad científica debidamente autorizada.
La isla nunca tuvo una población humana estable, pero ha permanecido deshabitada desde 1920. Los últimos pobladores fueron los operadores del faro náutico que ahora funciona automáticamente, y solo recibe mantenimiento anualmente por parte de la Marina de Brasil.
No siendo un paraíso para los humanos, podríamos pensar que lo es para las víboras, cuya población se estima en unos 2000 a 4000 ejemplares. Pero, esta es otra paradoja. La isla tampoco es segura para las serpientes. En las últimas décadas, la población de serpientes ha disminuido en un 50%, según algunas estimaciones. La UICN ha catalogado a la especie como En Peligro Crítico (CR). Las causas del declive poblacional son muy simples: la alteración del hábitat y la cacería furtiva para el comercio ilegal.
La Isla de Queimada Grande recibe su nombre por la práctica de quemar la vegetación para abrir espacios para la siembra. Los exploradores utilizaron este sistema destructivo para establecer cultivos de plátano (banana). Pero la gran cantidad de serpientes los disuadió de sus planes. Sin embargo, la quema tuvo un impacto sobre las poblaciones de la víbora y de las otras especies que habitan en la isla. Actualmente, también hay afectaciones importantes en la vegetación alrededor del faro atribuidas a la actividad militar en la zona.
La alteración del hábitat continental también tiene un impacto sobre la vida silvestre en la isla. Las víboras se alimentan principalmente aves migratorias, en especial del atrapamoscas Elaenia chilensis, que viajan desde las zonas costeras del sur de Brasil. Cualquier acción que afecta a las aves en tierra firme repercute en las poblaciones de víboras de la isla.
La víbora dorada de cabeza de lanza también es muy apreciada en el mercado negro de animales silvestres. Desde coleccionistas de animales exóticos hasta científicos están interesados en ella. Se sospecha que pueden llegar a pagar entre 10 mil y 30 mil dólares por ejemplar. Aunque parezca increíble, los cazadores furtivos arriesgan su vida para capturar estos animales. La cacería furtiva es especialmente dañina para la especie porque los individuos más grandes, típicamente las hembras adultas más fecundas, son los más apetecibles.
Un veneno que puede acabar con las serpientes
En 1965, el científico brasileño Sérgio Henrique Ferreira aisló una toxina en el veneno de la de la víbora jararaca (Bothrops jararaca) que luego permitió desarrollar el fármaco Captopril. Este fármaco actúa como enzima convertidora de angiotensina (ECA) e inhibe la constricción venosa. En consecuencia, los vasos sanguíneos se relajan y la presión arterial se reduce. Los inhibidores ECA también se utilizan en algunos tipos de insuficiencia cardíaca congestiva y en enfermedades cardiovasculares y renales.
Se estima que más de 40 millones de personas en el mundo se han beneficiado con este descubrimiento. Desde entonces, la farmacopea basada en toxinas animales ha tenido un impulso extraordinario. Paradójicamente, esto ha estimulado a científicos de todo el mundo a buscar especies venenosas con el fin de desarrollar fármacos. Para nadie es un secreto que la industria farmacéutica mueve ingentes cantidades de dinero y que obtener una patente es un incentivo para el tráfico ilegal de especies.
Lo cierto es que hoy por hoy, la víbora dorada de cabeza de lanza enfrenta el reto de superar la presión antrópica en una isla donde no hay poblaciones humanas. Las acciones de conservación son incipientes, en parte, porque se desconocen muchos aspectos de la historia natural de la especie. Existe una población en cautiverio que se ha reproducido con éxito ex situ, y se está investigando la variabilidad genética de la población in situ y ex situ. Algunas características biológicas de la especie podrían contribuir a su vulnerabilidad, su endemismo es la principal. Pero también se ha encontrado alta tasa de mutación en el esperma, lo que conduce a una merma en el número de espermatozoides viables, y una baja fecundidad comparada con la de su congénere B. jararaca.
Autora: Zaida Tarano Miranda (Colaboradora Provita Internacional).
Créditos fotos:
Víbora dorada de cabeza de lanza, por Nayeryouakim en Wikimedia Commons
Isla de Queimada Grande, por Itanhaém2 en Wikimedia Commons
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