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Provita Internacional celebra a los Buitres

El primer sábado de septiembre se celebró el Día Internacional de la Concienciación sobre el Buitre, un ave apreciada por unos, menospreciada por otros y rechazada por la mayoría. Y es que las aves de rapiña, y mucho más las carroñeras, tienen una mala fama totalmente infundada. Han sido perseguidas, cazadas, envenenadas, tildadas de feas (según ciertos cánones) y utilizadas para representar la vileza en la literatura popular. Por lo general, el imaginario las coloca entre la vida y la muerte, no sin razón biológica, como escribe Fernando Aínsa en el poemario “Poder del buitre sobre sus alas lentas”:


Buitre amigo,

Veo un velorio en tus ojos.

La muerte es como es,

Para ti es vida.


La primera representación de la relación entre el buitre y la muerte humana aparece en la piedra de Göbekli Tepe (Turquía), considerado el primer santuario de la historia. En esta piedra se recrea una escena que probablemente representa un ritual funerario del milenio X a. C. Un buitre lleva una cabeza humana bajo su ala mientras sobrevuela un cadáver decapitado. En Çatalahöyuk (Península de Anatolia, Turquía) también se han encontrado pinturas murales donde varios buitres vuelan sobre cadáveres humanos sin cabeza (milenio VIII-VI a. C.). Estas imágenes indican que los muertos humanos eran entregados a los buitres. En el zoroastrismo persa (siglo II a. C. hasta XX d. C.) se practicaba la entrega del cadáver humano a los buitres en las torres del silencio (edificios funerarios) en la creencia de que elevaban el alma del difunto al cielo. En la cultura budista tibetana se realiza un rito similar. En los pueblos celtas, los grandes guerreros eran ofrecidos a los buitres, que eran considerados animales sagrados. Para los egipcios, las buitres eran madres excelentes, y quizá por esa razón usaban el jeroglífico de buitre para representar palabras como madre, protectora, próspera, abuela y regla. En cualquier caso, los buitres nunca nos han sido indiferentes.


En nuestros días, y en nuestra cultura occidental, la palabra “buitre” se utiliza en un sentido figurado para referirse a una persona o empresa que se aprovecha de la desgracia de los demás. La conducta de los buitres de sobrevolar en círculos los terrenos en busca de presas muertas ha contribuido a formar esta simbología: otean al que ha caído para devorar sus carnes. El protagonista masculino de la película Pretty Woman, Edward Lewis, sería un buitre por todo lo alto. Compraba, a precio de ganga, empresas que estaban al borde de la quiebra, las saneaba o las descuartizaba, y luego las vendía por un precio muy lucrativo.


Los buitres no siempre han sido representados como portadores de malas costumbres. Hay cuatro buitres en el Libro de la Selva, Despeinado, Dolido, Oxigenado y Dizzy, que empatizan con Mowgli porque ellos mismos han sufrido el rechazo de otros animales. Cantan para él y lo entretienen. Al final de la escena en la que Mowgli estuvo en peligro, los cuatro buitres son quienes le salvan y luego le ayudan a asustar al tigre. En este relato, los buitres son los héroes, no solo para Mowgli, sino también para nosotros.


En Provita Internacional hemos decidido celebrar el día del buitre resaltando su singular aspecto, su conducta, su valor ecológico y las amenazas que los acechan. Entre medias hacemos un poco de historia legal, sí, porque los buitres, junto con otras aves rapaces, han sido objeto de legislaciones de lo más curiosas, legislaciones que tienen su peso en el rompecabezas que ha contribuido a ponerlos al filo de la extinción.


Juntos pero no revueltos


Se han descrito 23 especies de buitres y 13 de ellas están en algún tipo de peligro de extinción, y tres están casi en peligro. Hay 7 especies de buitres del Nuevo Mundo (familia Cathartidae) y 16 especies en el Viejo Mundo (Accipiteridae). Estos dos grupos de buitres no están emparentados, no descienden de un ancestro común. Sus similitudes externas son el resultado de lo que se conoce como evolución convergente; en términos muy coloquiales, de haber llegado al mismo sitio por rutas diferentes.


Todos los buitres comparten algunas características morfológicas y conductuales. Poseen picos fuertes en forma de gancho, muy eficaces para desgarrar la carne, si bien hay diferencias notables entre especies. La cabeza y cuello suelen estar desprovistos de plumas, un rasgo que se había atribuido a ventajas higiénicas; eso de meter la cabeza en el cuerpo de un cadáver ensuciaría mucho el plumaje de esa zona de difícil limpieza. Pero la mayoría de los buitres no meten la cabeza en los cadáveres de modo que necesitamos otras explicaciones, como termorregulación y comunicación visual entre los miembros de la pareja en el establecimiento de jerarquías durante el desollamiento comunal de las presas. Las patas son fuertes pero no como las de otras rapaces lo que hace muy difícil que capturen presas vivas. Todos son carroñeros, y solo muy ocasionalmente, algunas especies (p. ej. Coragyps atratus) pueden alimentarse de presas vivas de tamaño muy pequeño. Solo se alimentan durante el día.





Todos los buitres son buscadores activos de sus presas (cadáveres), que no son abundantes ni de fácil localización; por tanto, se desplazan grandes distancias diariamente. Sus alas largas y anchas les permiten aprovechar al máximo las corrientes térmicas y volar con el menor gasto de energía en busca de su alimento. Los buitres del Nuevo Mundo, además de buena vista, tienen muy buen olfato y detectan a sus presas a través del olor de la carne en descomposición. Los del Viejo Mundo no son buenos olfateadores y detectan a sus presas visualmente. Estas diferencias tienen que ver con el tipo de ambiente que ambos frecuentan: zonas mayormente arboladas, los primeros (de poco vale la vista en ese caso), y áreas abiertas o con poca cobertura vegetal, los segundos.


Un aspecto muy interesante de los buitres es que a pesar de consumir cadáveres plagados de bacterias, ellos no padecen ninguna enfermedad asociada a su alimentación ni diseminan esos patógenos. Su estómago es extremadamente ácido, lo que destruye a las bacterias, y su orina es rica en amoníaco, que tiene el mismo efecto desinfectante. Algunas especies de buitres embadurnan sus patas con mezclas de orina y barro lo que las mantiene frescas y libres de patógenos. Además, como buenas aves, la condición de su plumaje es fundamental para el vuelo y para la protección del cuerpo, de modo que dedican bastante tiempo a mantenerlo limpio y en buen estado. Tendrán una dieta un tanto extrema, pero de asquerosas, nada.


Buitres del Nuevo Mundo


La situación taxonómica de los buitres del Nuevo Mundo (América) no se ha resuelto a satisfacción. Originalmente se encontraban, y se encuentran, en el orden Falconiformes, como los del Viejo Mundo (Eurasia y África), pero en familias diferentes. En la segunda mitad del siglo XX se los llegó a considerar emparentados con las cigüeñas (orden Ciconiiformes). Luego, a inicios del siglo XXI se creó un orden nuevo para agruparlos, Cathartiformes, pero al poco tiempo se cuestionó esta denominación y se volvió a colocar a la familia Cathartidae en el orden Falconiformes junto al resto de los buitres. Para complicar la situación un poco más, se ha sugerido que ambos órdenes (Falconiformes y Cathartiformes) deben ser reunidos en uno nuevo, Accipitriformes.


Los buitres de América tienen entre sus miembros más emblemáticos a los cóndores, representados por dos especies: Vultur gryphus (en los Andes, Sur América) y Gymnogyps californicus (en Sierra Nevada, EE.UU.). Además de los cóndores, están los zamuros, zopilotes, oripopos, gallinazos o jotes (el nombre común cambia de una región a otra) con cinco especies: Cathartes aura, C. burrovianus, C. melambrotus, Coragyps atratus y Sarcoramphus papa. Las cuatro primeras tienen el plumaje negro o pardo, y la cabeza roja (C. aura), amarilla (C. melambrotus), amarilla y roja (C. burrovianus) o negra (Coragyps atratus). Su envergadura varía entre 122 cm (C. melambrotus) y 171 (C. aura). El más singular de los zamuros es el rey zamuro, apelativo muy merecido dada su apariencia y tamaño. Ostenta un plumaje blanquecino en la espalda y las coberteras de las alas, que están bordeadas de negro. Su cabeza está desnuda, es gris oscuro con coronilla roja; el cuello, también desnudo, amarillo y naranja, está rematado en un collar de plumas grises. En su ya extravagante cabeza destacan sus ojos blancos, de mirada penetrante, bordeados de rojo. Su pico, corto y fuerte, está limitado por una carúncula roja. Además, su tamaño se escapa de los límites de los anteriores buitres, pudiendo llegar a alcanzar una envergadura de 193 cm. El rey zamuro solo es superado en tamaño por los cóndores.



El cóndor de California (Gymnogyps californicus) se parece a los zamuros en su coloración (plumaje negruzco y cabeza desnuda rojo pálido) pero los supera ampliamente en envergadura (unos 275 cm) y peso (hasta 11 kg). El cóndor andino (Vultur gryphus) es una de las aves más majestuosas del planeta. Su plumaje es negro y las alas están bordeadas de blanco; la cabeza desnuda, de un rojo pálido, está bordeada con un delicado collar de plumas blancas. Los machos presentan una carúncula prominente sobre el pico, que se extiende hasta la frente, y muchos pliegues de piel en el rostro. Se cuenta entre las aves más grandes por su envergadura, entre 270 y 330 cm, solo superado por el albatros real (Diomedea epomorphora, 290 a 350 cm) y el albatros viajero (Diomedea exulans, 270 a 350 cm). También está entre las aves que vuelan a mayor altura (hasta 6.500 m) y realiza los planeos más largos, de cientos de kilómetros, prácticamente sin mover las alas. Sin duda, se trata de un ave formidable en todo el sentido de la palabra.



Buitres del Viejo Mundo


Los buitres del Viejo Mundo (Eurasia y Africa) están representados por 16 especies agrupadas en ocho géneros: Aegypius, Gypatheus, Gypohierax, Necrosyrtes, Neophron, Sarcogyps, Torgos y Trigonoceps, cada uno con una sola especie, y Gyps, con 8 especies. Las especies más pequeñas son el alimoche común o buitre egipcio (Neophron percnopterus) de unos 150-170 cm de envergadura, y el alimoche sombrío (Necrosyrtes monachus) de unos 160 cm. Las más grandes son el buitre orejudo (Torgos tracheliotos), el buitre cabeciblanco (Trigonoceps occipitalis) y el quebrantahuesos (Gypatheus barbatus), con unos 270 a 300 cm de envergadura.



Los buitres del Viejo Mundo son diversos en su coloración y extensión del plumaje. Por ejemplo, el alimoche común es blanco o crema, a excepción de las puntas de las alas y la cola que son grises o negras. Su cabeza, bastante emplumada para los estándares, tiene el rostro (mejillas principalmente) desnudo y de color amarillo brillante. Mientras que el buitre negro (Aegypius monachus) es básicamente negro salpicado de marrón oscuro en el dorso. El quebrantahuesos es sin lugar a dudas el buitre más emplumado: las plumas cubren todo su rostro (a excepción del escudete frontal) y también las patas. Sus ojos blancos con un anillo rojo recuerdan a los del rey zamuro americano. El color del plumaje del quebrantahuesos cambia mucho con la edad, algo no observado en otras especies de buitres más allá de la variación entre el estadio juvenil y el adulto. Sus hábitos, como revolcarse en suelos ricos en hierro, también modifican su coloración, tornándola más rojiza o amarillenta.



El buitre cabeciblanco es uno de los que tienen colores más contrastantes. Las coberteras superiores negras contrastan con las remeras blancas. El pecho es negro en la parte superior y el vientre es blanco. Su cabeza blanca desnuda y de forma triangular (de ahí el nombre del género) es muy peculiar; el cuello desnudo y rojizo ofrece un contraste muy llamativo con el resto del cuerpo. El buitre orejudo tiene un aspecto inconfundible. El cuello está provisto de plumas en la parte superior y desnudo en la garganta, donde muestra tonalidades rosáceas a lila. Las plumas del cuello forman una especie de solapa alzada que continua con unas plumas a modo de flecos en el pecho. Su pico es también extraordinario. El epíteto de orejudo se debe a unos pliegues carnosos, colgantes y rojizos, a ambos lados de cabeza. Pero no es el único con estos adornos, el buitre de cabeza roja (Sarcogyps calvus) también los exhibe. Es difícil no encontrar elementos estéticos en los buitres, por más que se intente cerrar los ojos.



Entre los buitres del género Gyps, el buitre leonado (G. fulvus) es uno de los más conocidos, al menos en España. El nombre le viene del color ocre o canela de sus plumas; pero las plumas largas en la base de su cuello, a modo de gorguera, le dan un aire muy señorial, muy de la realeza, como al león su melena. A diferencia de la mayoría de los buitres, tiene plumas en la cabeza pero son muy finas (plumón) y con el aspecto de una gamuza. Era a los buitres leonados que los celtas entregaban sus guerreros muertos.



Un buitre del género Gyps merece una mención especial, el buitre del Himalaya (Gyps himalayensis), el ave más grande de la región. Su plumaje leonado varía entre el marrón, el beige y el blanco. Las plumas de la gorguera son largas y afiladas, y la cabeza está cubierta de un plumón blanquecino a amarillento. Pero lo más interesante es la combinación entre su plumaje y su conducta, que confabulan para crear una ilusión óptica sorprendente. Cuando el buitre baja la cabeza y erige las plumas del cuello y de la parte superior de la espalda, se transforma en un animal mucho más grande y amenazante, mostrando una cabeza enorme y grandes ojos falsos. Ante esta demostración solo caben los superlativos: magnífica, fascinante, intimidante.


Servicio sanitario de la naturaleza


Todos los buitres se alimentan de animales muertos, casi exclusivamente, y con ello realizan un servicio ecológico fundamental para mantener la sanidad de los ecosistemas y contribuir al ciclo de nutrientes. Se estima que los cadáveres tardan tres o cuatro veces más en descomponerse por sí solos que siendo consumidos por los carroñeros. Solo en España, los buitres consumen unas 9.000 toneladas de carroña al año, una cifra nada despreciable. Pensemos por un momento lo que podría ocurrir si el servicio de recolección de residuos sólidos de nuestra comunidad nos dejase de visitar durante una semana o un mes. Imaginemos que trabajamos en el sector sanitario y buena parte de nuestros desechos fuesen muestras de sangre o tejidos contaminados con alguna bacteria o virus. Terrible ¿verdad? Pues eso sucedería si los carroñeros fuesen eliminados de los ecosistemas.


El papel de los carroñeros en la salud de los ecosistemas no está claro todavía. Se piensa que al retirar de los ecosistemas los restos de animales muertos evitan la proliferación de baterias y la propagación de enfermedades a otros animales silvestres, a los humanos y al ganado y otros animales domésticos. Los buitres africanos, por ejemplo, consumen los cadáveres de muchos ungulados migratorios, y también del ganado, que son portadores de patógenos como el carbunco o ántrax. Sin embargo, no tenemos las evidencias del alcance (no se niega que exista) de este servicio.



El impacto económico derivado de los problemas sanitarios causados por la falta de buitres es difícil de estimar. Pero en India, donde los buitres han mermado en un 95%, los economistas ambientales estiman que los costes asociados a la ausencia de buitres han incrementado en 34.000 millones de dólares en 14 años. A falta de buitres, un número mayor de animales muertos deben ser llevados a plantas de tratamiento, lo que representa un gasto extra en recolección y operación de las plantas. Además, debido a la ausencia de estos carroñeros, los cadáveres del ganado y otros animales son consumidos por ratas y perros salvajes, que están aumentando en número. Las ratas y los perros son portadores del virus de la rabia y de la bacteria que produce la leptospirosis, por lo que representan una amenaza para la salud de las personas. India tiene de por sí una de las incidencias más altas del mundo en estas enfermedades.


Amenazas tradicionales y modernas


Muchos especialistas coinciden en que los buitres son las aves más amenazadas del planeta. Más de la mitad de las 23 especies de buitres están en peligro de extinción en mayor o menor medida. La situación es crítica para las especies del Viejo Mundo: 7 se encuentran En Peligro Crítico (CR), tres Amenazadas (EN), una Vulnerable (VU) y tres Casi Amenazadas (NT). A menos que se tomen medidas inmediatas y efectivas, algunas de estas especies podrían declararse extintas en las próximas décadas. Debido a que la mayoría de los buitres recorren grandes distancias, cualquier medida de recuperación y conservación requiere la participación multinacional. El principal obstáculo para el éxito de los planes de conservación es la actitud de desdén, en el mejor de los casos, y de rechazo y persecución hacia estas aves.


Los buitres, junto con las aves rapaces y los mamíferos carnívoros, han sido perseguidos durante siglos en algunas sociedades y culturas por considerarlos enemigos de la caza. La razón es simple, les gustan las mismas presas que a los cazadores humanos. El conflicto de intereses se remonta al Neolítico, cuando se inicia la domesticación de animales y surge la necesidad de protegerlos de todos los peligros, entre ellos, de sus depredadores naturales. Con la aparición de la caza como deporte, quizá sería mejor llamarla distracción, se sumó la supuesta de competencia por la caza menor. Los buitres, si bien son principalmente o exclusivamente carroñeros, son aves rapaces, y solo por ello han caído en la desgracia de ser vistos como dañinos para la caza. Este conflicto llegó hasta las leyes, ya en la Edad Media, pero lejos de proteger a las rapaces, simplemente permitió y premió, con recompensas pecuniarias, su exterminio. Aunque muchos de los carnívoros están ahora protegidos legalmente, la actitud social y cultural hacia ellos se resiste al cambio. Esta actitud se esconde tras algunas de las amenazas actuales a la conservación de los buitres.



La crisis poblacional de los buitres es especialmente alarmante en Asia y África, y requiere acciones inmediatas. En India y África las poblaciones de algunas especies han disminuido más de 90% en los últimos 20 años. En África oriental, los buitres son víctimas de la cacería furtiva asociada al tráfico de marfil. Los buitres son tiroteados o envenenados para evitar que alerten, con sus sobrevuelos, a las autoridades y se descubran las áreas de caza furtiva de elefantes. Los pastores que tratan de acabar con los depredadores de sus rebaños, principalmente leones y hienas, utilizan toda serie de artilugios, entre ellos los cebos envenenados, y terminan matando también a los buitres. En el otro extremo del continente, en África occidental, los buitres se cazan ex profeso para vender su carne como alimento o para producir brebajes curativos. La situación poblacional de los buitres africanos ha sido de tal nivel que en 2012 se celebró una Cumbre Panafricana para tratar la situación. Lamentablemente, después de 10 años, no ha habido la respuesta política esperada para la conservación de estas aves.


Los parques eólicos y los cables eléctricos son otro tipo de amenaza, más reciente, para estas aves planeadoras. Pero sin duda, la amenaza más insólita y ubicua es el diclofenaco, un antinflamatorio de uso frecuente en la medicina humana y veterinaria. Pero, ¿quién está suministrando el diclofenaco a los buitres? Pues la carroña de ganado, cerdos, aves de corral y animales domésticos repleta de este calmante. Solo en Asia, el diclofenaco es el responsable de llevar al borde de la extinción a tres especies. En 15 años, este medicamento logró acabar con 95% de sus poblaciones antes de que varios países comenzasen a prohibir su uso. Pero el efecto del diclofenaco también se ha sentido en África y Europa. En 2015, muchas organizaciones solicitaron que se prohibiera el uso de este medicamento en la medicina veterinaria, con el aval de la Agencia Europea del Medicamento. Aún así, los estados miembros de la UE no lo prohibieron y sólo optaron por hacer algunas recomendaciones para controlar su uso. El meloxicam, otro antinflamatorio no esteroideo, es inofensivo para los buitres y podría reemplazar al diclofenaco.


Ante la situación desesperada de las poblaciones de buitres del Viejo Mundo, se ha diseñado un plan para recuperar sus poblaciones (Plan de Acción Multiespecífico para Conservar los Buitres Africanos-Euroasiáticos) cuyos efectos deberían observarse para 2029. El plan aspira revertir la tendencia poblacional hasta niveles aceptables, y proporcionar directrices de manejo poblacional en toda el área de influencia del plan. El plan fue adoptado en la COP12 (2017) de la Convención de Especies Migratorias de Animales Silvestres. El éxito de esta iniciativa depende de la cooperación entre los gobiernos, las corporaciones y los dueños de tierras, y de la participación de todas las personas concienciadas y preocupadas por la situación de los buitres. Entre las acciones incluidas inmediatas está la prohibición del uso de productos tóxicos para los buitres, el reemplazo de la munición de plomo y la erradicación del comercio de partes de los buitres para su uso en hechicería. Los especialistas en buitres indican que estas acciones también protegerán la salud humana.



Una de las principales líneas de acción es la educación ambiental. Mientras las personas sigan viendo a los buitres como seres desagradables, sucios (algo totalmente infundado) o apestosos, seguirán arrojándoles piedras cada vez que los vean. No pretendemos que todas las personas consideren que los buitres son unas aves de lo más hermosas; no es un asunto de posiciones estéticas o emocionales, es de conciencia. Se trata de apreciarlos por lo que son, seres vivos con miles de años de evolución a cuestas, por lo que representan y por su lugar en el rompecabezas natural. No es necesario ir a vivir con ellos, aunque sin duda, pasar un tiempo observándolos puede darnos muchas luces. Aquí siempre decimos que no se puede amar o cuidar lo que no se conoce.


El caso de España: entre la persecución y la protección


La relación de España, o mejor dicho, de los españoles, con los buitres ha estado plagada de excesos. Se los persiguió y exterminó legalmente durante siglos. Junto con las aves rapaces y los mamíferos carnívoros, se las consideró alimañas que debían ser reducidas en la mayor extensión posible. Una alimaña es simplemente un carnívoro que compite con las necesidades y aficiones cinegéticas del ser humano. Las alimañas por excelencia eran el lobo (Canis lupus), el zorro (Vulpes vulpes), el gato montés (Felis silvestris), la garduña (Martes foina), el tejón (Meles meles) y los turón (Mustela putorius), según el Real Decreto de 3 de mayo de 1834. Poco a poco se incluyeron en la lista algunas aves rapaces diurnas y el quebrantahuesos (Ley de 19 de septiembre de 1896 de Protección a las Pájaros y otras Aves Útiles para la Agricultura). El quebrantahuesos consume casi exclusivamente huesos desprovistos de carne que ya han limpiado otros carroñeros; no parece una amenaza para la caza. Estas leyes establecían las artes de muerte permitidas y recompensas pecuniarias por cada ejemplar muerto. Los grandes cepos de hierro y otros tipos de armadijos estaban prohibidos, pero no por algún tipo de clemencia hacia las alimañas, sino por su peligro para las personas y animales domésticos que pudiesen transitar esos parajes.



En pleno siglo XX, desde 1953 hasta 1970, funcionaron en todas las provincias las Juntas Provinciales de Extinción de Animales Dañinos y Protección de la Caza. Su trabajo era coordinar, fomentar y facilitar la desaparición de estos animales, distribuir venenos, lazos y demás artilugios de extinción, y de adjudicar las recompensas pecuniarias a los alimañeros. Indirectamente, estas medidas casi acaban con el buitre leonado por comer “alimañas” envenenadas con estricnina. No es hasta 1978, cuando se aprueba la Constitución Española, que se reconoce la necesidad de hacer un uso sostenible de los recursos naturales y de garantizar que la riqueza de la nación esté al servicio de la sociedad en su conjunto y sometida a la planificación económica del Estado.


Con la Ley de Conservación de Espacios Naturales y de la Flora y Fauna Silvestres de 1989, se establece, por primera vez en la historia legal de España, la protección genérica de la fauna silvestre sin connotaciones antropocéntricas, como beneficiosa o perjudicial. Más aun, algunas especies consideradas hasta entonces dañinas pasaron a un nuevo estatus, el de amenazadas y por tanto protegidas (Real Decreto 439/1990 por el que se regula el Catálogo Nacional de Especies Amenazadas). En su Anexo I aparecía el quebrantahuesos y en el Anexo II todas las rapaces (buitres, halcones, águilas, halcones, milanos, cernícalos entre otros).


Con esta historia, era difícil anticipar que España sería considerada algún día el santuario europeo de los buitres. España alberga hoy más del 60% de las poblaciones de cuatro especies de buitre: el buitre negro (98%), el buitre leonado (96%), el alimoche (82%) y el quebrantahuesos (66%). Para el buitre negro se han contabilizado 2.500 parejas reproductoras y el número va en aumento. Las poblaciones del buitre leonado también se recuperan, y cuentan con unas 34.000 parejas reproductoras. Las poblaciones del alimoche se mantienen estables, con 1.500 parejas, si bien todavía es Vulnerable (VU). El quebrantahuesos, perseguido como alimaña, cuenta hoy apenas con unas 133 parejas reproductoras.


Todas estas especies se han beneficiado con los programas de reintroducción de ejemplares y de protección del hábitat. Por ejemplo, recientemente se liberaron 15 buitres negros en dos zonas del norte de España donde había desaparecido. En algunas comunidades autónomas se han creado zonas de protección dedicadas a alimentar a los buitres. También se han habilitado 250 comederos y se ha autorizado a más de 15.000 explotaciones ganaderas extensivas para que suministren subproductos animales no destinados al consumo humano. Las iniciativas de rescate, rehabilitación y liberación de ejemplares suman individuos a las poblaciones todos los años. La Fundación para la Conservación del Quebrantahuesos ha logrado impulsar la recuperación de la especie en Picos de Europa, la Sierra de Cazorla y el Sistema Ibérico, y ha favorecido el asentamiento en nuevos sistemas montañosos (Pirineos y Sierran de Gredos). Todo suma para ayudar a la supervivencia de estas aves que han estado ligadas a la vida del ser humano desde tiempos inmemoriales.



Categoría de los buitres según la Lista Roja de la UICN

Cóndor californiano, Gymnogyps californianus (CR)

Cóndor andino, Vultur gryphus (VU)

Buitre americano de cabeza roja, Cathartes aura (LC)

Jote de cabeza amarilla, Cathartes burrovianus (LC)

Zamuro grande de cabeza amarilla, Cathartes melambrotus (LC)

Buitre negro americano, Coragyps atratus (LC)

Rey zamuro, Sarcoramphus papa (LC)

Buitre dorsiblanco africano, Gyps africanus (CR)

Buitre dorsiblanco bengalí, Gyps bengalensis (CR)

Buitre picofino, Gyps tenuirostris (CR)

Buitre de pico largo, Gyps indicus (CR)

Buitre moteado, Gyps rueppelli (CR)

Alimoche sombrío, Necrosyrtes monachus (CR)

Buitre de cabeza roja, Sarcogyps calvus (CR)

Alimoche común o buitre egipcio, Neophron percnopterus (EN)

Buitre orejudo, Torgos tracheliotos (EN)

Buitre cabeciblanco, Trigonoceps occipitalis (EN)

Buitre del Cabo, Gyps coprotheres (VU)

Buitre negro, Aegypius monachus (NT)

Quebrantahuesos, Gypaetus barbatus (NT)

Buitre de Himalaya, Gyps himalayensis (NT)

Buitre palmero o de Angola, Gypohierax angolensis (LC)

Buitre leonado, Gyps fulvus (LC)


Material audiovisual recomendado:

Miguel Aguilera, El centinela de los buitres

Clásicos de “El hombre y la Tierra”: el buitre leonado (parte I y parte II), Los últimos buitres de Europa



Créditos fotos:

Gallinazo o zamuro (Coragyps atratus), Amestone1 en Wikimedia Commons

Rey zamuro (Sarcoramphus papa), Quinn Dombrowski en Wikimedia Commons

Cóndor andino (Vultur gryphus), jmarti20 en Pixabay

Buitre cabeciblanco (Trigonoceps occipitalis), Dominic Sherony en Wikimedia Commons

Quebrantahuesos (Gypaetus barbatus), Juan Carlos Noreña en Wikimedia Commons

Buitre orejudo (Torgos tracheliotos), Bernard Dupont en Wikimedia Commons

Buitre leonado (Gyps fulvus), Rethinktwiceen Pixabay

Buitres dorsiblanco (Gyps africanus), sobre una cebra muerta, Charles J. Sharp en Wikimedia Commons

Buitre de cabeza roja (Sarcogyps calvus), Deepak Sankat en Wikimedia Commons

Buitre del Cabo (Gyps coprothres) con material para nido, Andrew Keys en Wikimedia Commons

Buitre egipcio o alimoche (Neophron percnopterus), Thomas.abey en Wikimedia Commons

Buitre negro (Aegypius monachus) en zona de alimentación, Juan Lacruz en Wikimedia Commons

La piedra Göbekli Tepe, Sue Fleckney en Wikimedia Commons


Autora:

Zaida Tárano Miranda

Divulgadora Científica

Colaboradora Provita Internacional

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