Los anfibios en la cuerda floja
La palabra anfibio significa literalmente “ambas vidas”. En zoología se usa para designar a un grupo de vertebrados tetrápodos (cuatro patas) que vive entre en el agua y la tierra (Clase Amphibia). Los anfibios son organismos extremadamente interesantes por un número de razones, por mucho que Carl Linnaeus los calificara como “criaturas abominables”. Debemos perdonarle esta descripción subjetiva porque el lenguaje científico, desprovisto de opiniones personales y consideraciones emocionales, todavía estaba en ciernes en 1735.
Los anfibios son los únicos vertebrados que pasan por el proceso de metamorfosis completa: en una etapa de su vida tienen una morfología, fisiología, hábitos y conducta muy diferentes a los que tienen en otra época. Específicamente, en la primera fase de su vida, llamada fase larval o de renacuajo, son completamente acuáticos y respiran a través de branquias. Luego, en la fase adulta viven principalmente en ambientes terrestres y respiran por medio de pulmones, aunque hay excepciones. También son interesantes porque pueden respirar a través de la piel, siempre que permanezca húmeda. Además, los anfibios junto con los reptiles son los únicos vertebrados terrestres ectotermos, esto significa que su temperatura corporal depende de la temperatura del medio externo.
Un grupo muy diverso
La Clase Amphibia se divide en tres órdenes: Gymnophiona (cecilias), Caudata (salamandras y tritones) y Anura (sapos y ranas). Los anuros son el grupo más diverso de anfibios, con unas 7352 especies de las más de 8300 descritas. Los tres órdenes son muy diferentes en su apariencia externa, y uno de ellos, específicamente el que corresponde a las cecilias, difícilmente sería considerado como pariente de las ranas y los sapos por una persona sin mayores conocimientos zoológicos. De encontrar alguna cecilia, lo más probable es que, con gran asombro, concluyera que es una lombriz gigantesca o una culebra anillada, porque las cecilias carecen de patas.
Las salamandras tienen cuatros patas y cola, y a vuelo de pájaro parecen lagartijas, pero no lo son. Los sapos y ranas carecen de cola en la fase terrestre (subadulto y adulto) pero la poseen cuando son renacuajos. A pesar de estas diferencias, todos los anfibios comparten el tener el cuerpo desnudo, la piel húmeda, las costillas cortas, una única vertebra sacra (excepto en las cecilias que carecen de ella) y dos cóndilos occipitales; los que tienen dedos carecen de garras y uñas.
Piel húmeda y llena de toxinas
Una característica de los anfibios es la presencia de glándulas en toda su piel. Unas glándulas segregan sustancias que ayudan a mantener la piel húmeda y libre de agentes patógenos (glándulas mucosas) y otras segregan toxinas (glándulas granulares). La disposición y cantidad de glándulas varía de un grupo a otro y también la toxicidad de las secreciones. En las cecilias, las glándulas mucosas se concentran en la cabeza (lo que las ayuda a abrirse paso en las galerías que excavan en el suelo) y las granulares en la cola. En la mayoría de los anfibios, las glándulas granulares se disponen en grupos perceptibles a simple vista que le dan un aspecto verrugoso a la piel. En los sapos de la familia Bufonidae, las ranas de la familia Phyllomedusidae y varios géneros de salamandras, existe un par de glándulas parotoides muy prominentes, detrás del tímpano, que segregan una sustancia blanquecina tóxica.
En general, el veneno de los anfibios es inocuo para las personas, pero al contacto con las mucosas (boca, ojos, nariz) o heridas abiertas puede causar irritación y reacciones alérgicas según la sensibilidad individual. Solo algunas especies de sapos (Bufonidae), como el sapo común, Rhinella marina, y las ranas de la familia Dendrobatidae (ranas dardo) producen venenos realmente potentes y potencialmente letales. Se piensa que la rana Phyllobates terribilis (Dendrobatidae) es el vertebrado con el veneno más potente del planeta. En cualquier caso, todos los anfibios segregan sustancias tóxicas en mayor o menor grado. Por eso nunca debemos manipularlos sin la debida protección (guantes quirúrgicos, gafas de seguridad).
Origen lejano y futuro incierto
Se calcula que los anfibios se originaron hace unos 400 millones de años a partir de un pez óseo con aletas pectorales carnosas. Estas aletas proporcionaban soporte sobre el fondo más que flotabilidad y maniobrabilidad en el agua. En términos muy simples podemos decir que se trataba de un “pez con patas”. Desde entonces hasta hoy los anfibios han recorrido un largo camino evolutivo. Algunos estudios paleontológicos indican que comenzaron a diversificarse antes de que Pangea empezase a resquebrajarse, hace más de 200 millones de años. Además, han sobrevivido a varias extinciones masivas y colonizado todos los continentes, a excepción de Antártida. Sin embargo, los retos que hoy enfrentan amenazan su persistencia en el planeta una vez más, sin que podamos vislumbrar un desenlace feliz.
Se han descrito más de 8300 especies de anfibios, y cada año se añaden más a la lista. Con todo, la Lista Roja de Especies Amenazadas de la IUCN indica que 35 especies se han extinguido (EX), 2 están extintas en vida silvestre (EW), 663 se encuentran en amenaza crítica (CR), 1060 están amenazadas (EN), 719 son vulnerables (VU), y 421 están casi amenazadas (NT) o en un limbo entre “no hay nada de qué preocuparse y casi amenazadas” (LRnt). Estos datos indican que aproximadamente 40% de las especies anfibios está en peligro en mayor o menor grado. Pero este no es el único dilema, pues para 16% de las especies no hay información suficiente para establecer su estatus poblacional. Por eso, los anfibios son el grupo de vertebrados más amenazado de extinción.
En riesgo por la acción humana
A excepción de los eventos geológicos, como las erupciones volcánicas, tsunamis y deslizamientos de tierra naturales, y con cierta discusión los cambios en el clima, todas las amenazas a la supervivencia de los anuros tienen origen antrópico directo o indirecto. En conjunto y en orden decreciente de importancia, la agricultura y la acuicultura, el uso de recursos biológicos, el desarrollo residencial y comercial, y las interacciones con especies problemáticas, invasoras o enfermedades representan 70% de las amenazas. Paradójicamente, algunos peligros provienen de actividades antrópicas que tratan de solucionar otros problemas ambientales. Por ejemplo, los medios de producción de energía renovable ya afectan a 56 especies, y las actividades recreativas y el turismo de naturaleza a más de 300. Parece que todavía no hemos aprendido el exquisito arte de convivir respetuosamente con los demás habitantes del planeta.
Es imposible impedir totalmente que nuestras acciones tengan impacto sobre otras especies, pero sí es posible evitar que sobrepase los límites de resiliencia de las poblaciones. Sin duda, nuestro poco conocimiento de la dinámica poblacional y la sensibilidad de cada especie a las perturbaciones ambientales limitan nuestra capacidad para diseñar planes efectivos de reducción de impacto.
¿Por qué es importante conservar a los anfibios?
El último sábado de abril se celebró el Día Internacional de la Conservación de los Anfibios, pero fuera del ámbito científico, este día es poco relevante para el público. En general, las personas tienen escasa conciencia del papel que cada ser vivo desempeña en el equilibrio natural. Si le preguntas a las personas de tu vecindario si es importante conservar a las ranas, los sapos y las salamandras, ni qué decir a las cecilias que seguramente no conocen, escucharás respuestas que van desde “¡uy, no, esos bichos tan feos!”, hasta algo más amable como “sí, porque comen moscas y mosquitos que transmiten enfermedades”. Lo cierto es que el sólo hecho de haber sobrevivido a las turbulencias acabaron con los dinosaurios ya les hace merecedores de un reconocimiento.
En términos más pragmáticos, los anfibios han sido y son importantes por muchas razones. Muchos son una fuente de proteínas para algunas sociedades humanas, en especial en el sureste de Asia, Centro y Suramérica. También han sido útiles en la investigación médica y farmacéutica. Por ejemplo, una toxina derivada del veneno de la rana dardo Epipedobates tricolor tiene un efecto analgésico 200 veces más efectivo que el opio. Recientemente se ha descubierto que algunas proteínas de la piel de los anfibios tienen potencial para inhibir la transmisión del virus de inmunodeficiencia humana (VIH) y dan esperanza para erradicar el SIDA. En el siglo XX, se utilizaron varias especies de anuros en las pruebas de embarazo, en especial la rana Xenopus laevis. Un científico había descubierto que inyectar la orina de una mujer embarazada a una ranita estimulaba el desove.
Fuera de los laboratorios, los anfibios también son importantes para el bienestar humano. Las salamandras, los tritones y los renacuajos tienen un efecto regulador sobre las poblaciones de insectos a través de la depredación de las larvas. Aunque los peces suelen ser los principales depredadores de larvas, los anfibios pueden desarrollarse en cuerpos de agua efímeros, preferidos por muchos insectos, donde los peces no pueden sobrevivir. De esta manera contribuyen a controlar los vectores de algunas enfermedades como los mosquitos y las moscas. Algunas especies de anuros consumen artrópodos que dañan los cultivos de cereales y podrían ser agentes de control biológico de plagas.
Los anfibios también proporcionan beneficios esenciales para la vida de otras especies y el funcionamiento de los ecosistemas. Estos beneficios se conocen con el nombre de servicios ecológicos. Por ejemplo, intervienen en los procesos de descomposición de la materia orgánica, reducen la cantidad de partículas en suspensión y la producción de sedimentos en los cuerpos de agua, y participan en el ciclo de nutrientes esenciales como el nitrógeno y del carbono. Todos estos efectos influyen a su vez en la productividad primaria de los ecosistemas. Además, los anuros son piezas fundamentales en las cadenas tróficas en los trópicos, como depredadores y como presas.
Los anfibios también tienen un alto valor cultural en la mitología, el arte y la literatura de muchas sociedades. Por mencionar solo algunos ejemplos, en la mitología se les asocia con la fertilidad y la inmortalidad. En la literatura de hadas, las ranas y sapos son príncipes y princesas encantados, y nos enseñan que no debemos juzgar por las apariencias. Un cuento muy popular es el de “Las Ranas en la Nata” que nos muestra el valor del optimismo acompañado de proactividad y constancia. En las canciones infantiles, el canto de las ranas y los sapos se asocia con la llegada de las lluvias o de la primavera, con el reverdecer y con el ciclo de la siembra y la cosecha.
Esfuerzos desde todos los ángulos
No es fácil predecir cómo afectará la disminución de las poblaciones de anfibios a los servicios ecológicos que proporcionan. Lo mejor que podemos hacer, a falta de pistas, es aunar esfuerzos para evitar su desaparición. A nivel político y legal, la protección y el manejo racional de la tierra y el agua, y el manejo racional de los recursos biológicos son las acciones prioritarias. A nivel científico, la investigación de su historia natural, sus interacciones con otras especies y la dinámica de sus poblaciones son las tareas más urgentes. Pero las acciones de educación ambiental no son menos importantes, porque la conservación requiere un cambio de actitud hacia el entorno biológico que se traduzca en un cambio en la conducta.
Hoy tenemos el gran reto de mostrar a los a anfibios con una perspectiva más objetiva que la ofrecida por la tradición cultural de nuestras sociedades, pero no menos atractiva. La diversidad de formas, colores, hábitos y conductas de los anfibios nos dan la oportunidad de relatar historias sorprendentes que pueden ayudarnos a sensibilizar a nuestras comunidades sobre su valor biológico.
Anfibios extraordinarios para despertar conciencias
Divulgar el conocimiento científico es fundamental para que las personas quieran y protejan todas las formas de vida. Saber que hay anfibios capaces de proporcionar cuidado a sus crías puede acercarnos emocionalmente a ellos. Muchas personas desconocen que existen ranas marsupiales (género Gastrotheca) que incuban sus huevos. Las hembras de estas ranas poseen un saco dorsal que se abre al exterior cerca de la cloaca. Durante el amplexo (abrazo reproductivo), el macho empuja, con sus patas traseras, los huevos fertilizados hacia el interior del saco. Después de varias semanas o incluso meses, eclosionan los huevos y la hembra extrae los renacuajos cuidadosamente con los dedos de sus patas traseras. Tristemente, 50% de las especies de este género fascinante está en algún riesgo de extinguirse (NT, VU, EN o CR).
Las ranas del género Rheobatrachus llegaban al extremo del cuidado maternal al incubar los huevos en su estómago. Lamentablemente, las dos especies conocidas, Rheobatrachus silus y Rheobatrachus vitellinus, se han dado por extintas recientemente (EX). Estas ranas eran capaces de inhibir las secreciones gástricas durante el proceso de incubación. De haber descubierto cómo lo hacían habríamos podido desarrollar tratamientos para la gastritis y el reflujo gástrico.
El axolotl o ajolote mexicano (Ambystoma mexicanum) es otro anfibio realmente extraordinario. Tiene la capacidad de retener las características larvales después de alcanzar el estado adulto, una condición conocida como neotenia. Por ello, parece un renacuajo con patas toda su vida. Pero esto no es todo, el ajolote tiene el genoma más largo que se haya secuenciado hasta ahora, 10 veces mayor que el humano. Además, es el único vertebrado capaz de regenerar completamente sus extremidades, de reparar su médula espinal y su retina, y de curar sus heridas sin dejar cicatriz. Sin embargo, nada de esto ha impedido que se encuentre en amenaza crítica de extinción (CR). La desecación acelerada de los lagos que ocupa para usos residenciales, y la contaminación de las aguas con residuos domésticos e industriales han reducido su hábitat a menos de 10 kilómetros cuadrados.
Las cecilias son los anfibios menos estudiados, porque sus hábitos excavadores hacen poco probable encontrarlas, Sin embargo, la cecilia anillada, Siphonops annulatus, le ha dado una sorpresa a la ciencia en 2020. Esta especie posee unas glándulas en los labios que se originan a partir del tejido dental, igual que las glándulas de veneno de las serpientes. Además, las secreciones de estas glándulas contienen una enzima muy común en las toxinas de otros animales venenosos. Si se demuestra que estas secreciones son tóxicas, las cecilias serían los primeros vertebrados terrestres en haber desarrollado glándulas de veneno oral.
Hay cientos de anfibios extraordinarios que puedes descubrir y luego presentar a las personas de tu comunidad. Por ejemplo, la salamandra gigante de China, Andrias davidianus (CR); la rana gigante resbaladiza, Conraua goliath (EN); la salamandra lengua de hongo, Bolitoglossa salvinii (VU); la cecilia de Praslin, Hypogeophis pti (DD), la más pequeña del mundo; el sapo sangrante, Leptophryne cruentata, (CR); y muchos más. Cuanto más locales sean las especies que selecciones mejor será para despertar el interés y la conciencia de las personas.
Autora: Zaida Tárano Miranda (Colaboradora Provital Internacional)
Créditos fotos:
Rana platanera juvenil, Boana aff. xerophylla, Luis Levin
Phyllobates terribilis, Micha L. Rieser via Wikimedia Commons
Salamandra salamandra, Jedesto via Wikimedia Commons
Gastrotheca ovifera, Celsa J. Señaris
Ambystoma mexicanum, John Cancalsoni, Getty Images
Siphonops annulatus, Carlos Jared
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