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La rata topera ¿otra víctima del cambio climático?



La rata topera ¿otra víctima del cambio climático?


La rata topera (Arvicola scherman, Cricetidae) cuenta con pocos amigos en el norte de España debido al incremento, hasta cierto punto descontrolado, de sus poblaciones. Se trata de un roedor autóctono, cavador, que vive en galerías subterráneas ocupadas por una pareja y sus crías. Habita principalmente praderas naturales y antropogénicas, a poca altitud, pero también puede encontrarse en praderas alpinas, cerca de los 2000 m de altura.


La rata topera tiene una distribución amplia en gran parte de Europa. En la Península Ibérica se distribuye en la franja pirenaica y cantábrica, desde el Pirineo Leridano hasta las sierras de los Ancares (Lugo, Galicia), Segundera (Zamora) y Montezinho (Portugal). Las poblaciones pirenaica y cantábrica (Cordillera Cantábrica y el extremo nororiental de Guipúzcoa) están parcialmente aisladas genéticamente. De hecho, se distinguen dos subespecies, A. scherman cantabriae y la pirenaica A. scherman monticola.


Debido a sus hábitos cavadores, caminar por una pradera que ha sido ocupada por estos animalitos es toda una aventura. El pie desprevenido tan pronto se encuentra con un montículo de tierra suelta (topera), de unos 15 cm de altura y 25 de diámetro, como con un bache. Al pisar sobre el montículo, el pie se hunde, y el riesgo de sufrir una torcedura o una caída es considerable. Pero las toperas también interfieren con las actividades agrícolas, con los procesos de siembra y siega. En praderas de forraje y campos de frutales, la rata topera se está transformando en una plaga agrícola que causa daños importantes a los cultivos y campos ganaderos de Galicia y Asturias. En estos entornos, se alimenta principalmente de las raíces de los árboles frutales, aunque también puede consumir el pasto ensilado. Las ratas toperas también están perjudicando a las explotaciones agrícolas en Francia, Suiza y Alemania.


Con esta breve introducción parece contradictorio calificar a la rata topera como una víctima en lugar de como una villana, pero a lo largo del artículo se desvelará la paradoja.

 

Cómo llegó a convertirse en una plaga


Se piensa que la rata topera ha estado en la península ibérica desde hace unos 34 mil años. La especie  probablemente ha acompañado al hombre y sus prácticas agrícolas desde el descubrimiento de la agricultura, aprovechando las condiciones favorables que éstas le ofrecían; recordemos que la rata topera tiene preferencia por las praderas, sean naturales o no. De hecho, en la actualidad existen evidencias de una relación entre el cambio en el uso de la tierra y su expansión en algunas regiones de Europa.


Históricamente, la rata topera ha tenido un ciclo reproductivo estacional coincidente con las mejores condiciones de temperatura y precipitación de los meses más templados y cálidos, y un período de descanso en los meses de invierno. Con cierta regularidad, las poblaciones podían incrementar drásticamente (picos poblacionales o explosiones) pero luego volvían a las densidades habituales. De modo que, las poblaciones, en general, se mantenían dentro de ciertos límites numéricos. Durante los picos poblacionales, las ratas toperas podían causar daños en las plantaciones.


El primer reporte, del que se tenga conocimiento, sobre daños causados posiblemente por la rata topera en España, se lo debemos a un sacerdote, Fray Gaspar de Villarroel, Obispo de Santiago de Chile. Fray Gaspar, en uno de sus documentos históricos publicado en 1738, refiere un hecho ocurrido un poco más de un siglo antes. El texto reza que “en el territorio de Oviedo cargó una plaga de ratones que talaban los frutos y cosechas”. Es difícil establecer las causas de esta “primera” plaga, pero no puede descartarse el efecto de la historia de las prácticas agrícolas en la región en conjunto con otros factores, intrínsecos y extrínsecos, que favorecieron una fase de explosión poblacional.


La “plaga” del siglo XVII pasó. El detalle actualmente es que las poblaciones de la rata topera en el noroccidente de España, y en otras regiones de Europa, parecen encontrarse en una fase explosiva sostenida. La expansión demográfica (en número de individuos y posiblemente distribución) de la rata topera se ha relacionado, en parte, con la atenuación de los inviernos debido al cambio climático y al efecto que esto tiene sobre otros factores intrínsecos y extrínsecos que afectan su dinámica poblacional (por ejemplo, enfermedades, abundancia de depredadores, cambios en el uso de la tierra, entre otros).


Los inviernos suaves asociados al cambio climático, el régimen pluviométrico y la presencia de suelos fértiles en el noroeste español (Asturias y Galicia), permiten que ahora se mantenga una cobertura vegetal densa durante todo el año, y generan condiciones favorables para la reproducción de la rata topera incluso en el invierno. De hecho, en pomaradas del noroccidente de España se ha encontrado que las hembras son activas sexualmente todo el año. En estas condiciones, una pareja puede producir hasta 7 camadas al año de unas 4 crías por camada en promedio. En cambio, la subespecie pirenaica sigue reproduciéndose estacionalmente.


En otros tiempos, las heladas intensas y las nevadas eran comunes en invierno, y limitaban el crecimiento de la cubierta vegetal y también la reproducción y la supervivencia de la rata topera. Esto, a su vez, ayudaba a mantener las poblaciones dentro de los límites saludables para el ecosistema. Eso ya no ocurre o es cada vez menos frecuente. Además, en un entorno favorable, las ratas no se dispersan en busca de lugares mejores con lo que se reduce su exposición a los depredadores, uno de los factores que contribuye a regular el tamaño poblacional.


Los inviernos suaves favorecidos por el cambio climático son una parte del problema, pero no podemos olvidar el daño directo que han causado las malas prácticas de erradicación de especies “molestas”, como el uso de cebos envenenados. Muchos de esos métodos han contribuido a reducir las poblaciones de aves rapaces y de mamíferos pequeños que ayudan a controlar naturalmente a la rata topera. La fragmentación y degradación de los ambientes naturales también ha pasado su factura en las poblaciones de estos depredadores. Lo cierto es que hoy, los depredadores naturales de la rata topera, como el búho chico (Asio otus), la lechuza común (Tyto alba), los gavilanes ratoneros (Buteo jamaicensis), el zorro (Vulpes vulpes), el gato montés (Felis silvestris) y la comadreja (Mustela nivalis), no logran oponer de manera natural el incremento poblacional y la expansión del área de distribución de esta especie.



Quién paga los platos rotos


Esta historia es otro ejemplo de cómo la actividad humana, inadvertidamente, ha generado de manera indirecta un problema ambiental. No es el objetivo buscar culpables, sino buscar soluciones conociendo las causas. Estamos conscientes que toda actividad humana o de cualquier otra especie tiene consecuencias sobre los demás integrantes del sistema. El propósito es lograr que los impactos sean tales que el propio sistema pueda autorregularse.


Cuando los inviernos eran como fueron durante miles de años, las bajas temperaturas y las nevadas frenaban la reproducción de la rata topera e incrementaban la mortalidad de individuos en peor condición. Por otro lado, cuando las poblaciones de depredadores naturales eran saludables, ejercían un control natural sobre las de la rata topera. Ahora, posiblemente debido al efecto combinado de estos y otros factores, y de otros que no hemos analizado, un animalito que no causaba mayores problemas, o lo hacía solo de vez en cuando, se ha convertido en una plaga que produce daños que afectan la productividad de las praderas forrajeras y los cultivos de frutales. Por supuesto, es poco realista, a menos que se cuente con resultados científicos debidamente validados, atribuir la merma en la producción únicamente a la rata topera, pues otros roedores, como el topillo lusitano (Microtus lusitanicus) también ponen su grano de arena, pero lo cierto es que parece haber una correlación entre ambos factores (expansión de la rata topera e incremento de los daños).



Qué se puede hacer


Cuando una especie se convierte en plaga, todos desean una resolución rápida del problema. Sin embargo, las acciones desesperadas y no planificadas suelen ser perjudiciales a mediano y largo plazo. Muchas veces, las personas afectadas, en su desesperación, recurren a medios poco eficaces, peligrosos o prohibidos. Los raticidas tradicionales, como los anticoagulantes, no discriminan entre especies y pueden ser consumidos directa o indirectamente por fauna autóctona no dañina y también por animales domésticos. Adicionalmente, algunos roedores plaga han desarrollado resistencia a los rodenticidas anticoagulantes de primera y segunda generación, con lo que su efectividad contra ellos se ve reducida mientras que el daño colateral se mantiene. Por sobre todo lo anterior, la legislación española, en concordancia con las directivas de la Comisión Europea, ha prohibido el uso preventivo de todo tipo de rodenticida anticoagulante en explotaciones agrícolas, y solo lo permite para el control cuando ya se ha manifestado un perjuicio. De ser necesario, solo se puede aplicar por tiempo limitado y preferiblemente bajo supervisión por profesionales cualificados (evaluación del estado de infestación, aplicación y seguimiento de la eficacia del método). No obstante, este permiso es revisado periódicamente y prorrogado o derogado cuando se consiguen mejores métodos de control.


Lamentablemente, a corto plazo, la captura y muerte de las ratas son las primeras líneas de acción, si bien, la eliminación de individuos nunca ha resuelto este tipo de problemas. Los perros rastreadores y las trampas son métodos populares porque son relativamente sencillos y su efecto es visible e inmediato. Si el área a “limpiar” de ratas toperas es reducida, el trampeo puede ser relativamente económico, pero a medida que aumenta el área a tratar también lo hacen los costes. Si, además, la probabilidad de migración de individuos desde áreas vecinas es alta, el esfuerzo será inútil. El trampeo, no obstante, puede aportar información sobre la dinámica poblacional que se utiliza posteriormente para el diseño de planes de control a largo plazo.


Otra medida a corto plazo y al alcance de todos es el pisoteo del terreno por ganado, personas o maquinarias agrícolas. Es habitual observar a los agricultores y ganaderos pisando con fuerza sobre los montículos mientras pastorean al ganado o siegan. La compactación del suelo, especialmente de las toperas, dificulta el trabajo cavador de la rata que tenderá a moverse a otros lugares. La dispersión, como ya hemos mencionado, es un proceso que expone a la rata a los depredadores y controla su tamaño poblacional.


Lo ideal para gestionar las poblaciones de rata topera es contar con estrategias a largo plazo que busquen restaurar el equilibrio perdido. Por supuesto, revertir el efecto del cambio climático tomará más tiempo del que pueden esperar los ecosistemas y los productores agrícolas, pero hay que comenzar cuanto antes. Algo que sí puede rendir frutos más rápido es la restauración ecológica. Muchas áreas naturales se convirtieron muy rápidamente, en términos ecológicos, en prados de siega, pastizales y plantaciones de frutales. Los bosques y matorrales naturales fueron sustituidos por estos ambientes más abiertos, muy apropiados para la rata topera y poco favorables para sus depredadores. De modo que, la expansión agraria ha favorecido, sin querer, la expansión de la rata.


Los  entornos rurales que intercalan parcelas agrícolas de poca extensión con usos diferentes, parcelas separadas por setos naturales formadas preferiblemente por especies autóctonas de crecimiento rápido o parcelas agrícolas con parches de bosque, dificultan la dispersión y que la rata invada nuevas parcelas. Además, estos entornos mixtos favorecen a las poblaciones de depredadores naturales porque ofrecen refugio y sitios de reproducción. Una alternativa menos elegante a las barreras naturales, pero efectiva si se usa en conjunto con otros sistemas, es el vallado de las parcelas. La valla debe ser doble (cinegética y conejera), enterrarse al menos medio metro y sobresalir al menos un metro.


Las medidas que favorezcan la recuperación y mantenimiento de las poblaciones de los depredadores naturales también pueden dar buenos resultados. Por ejemplo, colocar cajas nido para especies de aves rapaces, como los búhos y las lechuzas, en aquellas zonas con escasez de sitios naturales de nidificación es una medida sencilla y que reporta beneficios en poco tiempo. Las perchas para las aves rapaces, en las parcelas con alta densidad de ratas, también facilitan su trabajo de control.

 

Prevenir es mejor que reparar


La medida estrella de todas las medidas posibles es siempre la prevención, y ésta pasa por conocer a las especies, sus requerimientos y preferencias, sus medios de dispersión, sus competidores naturales y su papel en las redes ecológicas de los ambientes que ocupan. La investigación básica y aplicada es por tanto fundamental. Luego, es indispensable la divulgación de esa información y su aplicación para diseñar planes de manejo de los ecosistemas que nos permitan disfrutar de los servicios que aportan con el menor impacto posible. La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza menciona a la investigación básica como una de las prioridades de conservación de un gran número de especies amenazadas; lo mismo es aplicable para evitar que unas especies se conviertan en un peligro para otras.


La educación ambiental en todos los ámbitos sociales, desde las escuelas hasta las comunidades, es fundamental. Es muy difícil estimular cambios de hábitos en las comunidades humanas si antes no se las ha sensibilizado, informado y formado. Solo después de lograr un cambio de actitud en las personas se conseguirán cambios permanentes en su conducta. No es poner al ambiente por encima de los intereses humanos, ni los intereses humanos por encima del ambiente. Es ayudar a entender que somos parte de un sistema en el que todo está relacionado; un cambio en un elemento de la red tiene consecuencias en otros elementos. Si el cambio producido sobrepasa la capacidad del sistema para amortiguarlo, las consecuencias se devolverán como un boomerang. Al final, somos los primeros interesados en no perturbar demasiado o muy rápido, el equilibrio natural.



Para más información puedes consultar:

Características generales de la rata topera

Influencia de la gestión agroganadera y el clima en la expansión de la rata topera

Efecto del paisaje en la dinámica poblacional de la rata topera

Un método basado en cairomonas para el control biológico de la rata topo

 

Créditos fotos:

Arvicola scherman, Peter Trimming y Aitor Somoano

Toperas de Arvicola scherman en campos de forraje, Zaida Tárano Miranda

Paisaje rural asturiano, Zaida Tárano Miranda


Autora:

Zaida Tárano Miranda

Divulgadora Científica

Colaboradora Provita Internacional



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