El divorcio en los albatros aumenta con la temperatura del océano

Los albatros y los petreles (Procellariiformes) se encuentran entre las pocas especies animales que forman parejas de por vida o casi. Si bien la monogamia es especialmente frecuente entre las aves (90% de las aves lo son), una cosa es la monogamia estacional (emparejarse con un solo individuo en una época reproductiva), y otra es la monogamia de larga duración (permanecer con la misma pareja durante varias épocas reproductivas). En el último caso estaríamos frente a una monogamia del tipo “hasta que la muerte nos separe”. Este tipo de vínculo es, sin duda, extraordinario, y es el que encontramos en los albatros y en algunas otras aves como los cisnes (Anatidae) y los guacamayos (Psittacidae). Sin embargo, monogamia “social” (sea de corta o de larga duración) no es sinónimo de fidelidad (monogamia sexual), pero ese es otro tema.
¿Por qué monogamia permanente?
Todavía no hemos logrado descifrar satisfactoriamente las razones para la monogamia de larga duración en las aves, pero, en general, parece estar asociada a algún tipo de exigencia reproductiva y a la necesidad del cuidado parental compartido y bien coordinado. Por ejemplo, los pinzones estríldidos (Estrildidae), son aves de corta vida y reproducción oportunista (se reproducen cuando las condiciones son favorables en ambientes impredecibles, no estacionales). Buscar pareja, formar un vínculo y aprender a coordinar las actividades cada vez que esas condiciones aparezcan es mucho más costoso que permanecer con la misma durante toda su corta vida. En términos coloquiales, estos pinzones no pueden perder el tiempo en esos menesteres cuando las oportunidades reproductivas son escasas y esporádicas, y se vive poco tiempo. De hecho, se ha demostrado experimentalmente, que las parejas estables de pinzones cebra (Taenopygia guttata) comienzan a poner huevos mucho antes que las que se separan o las que se han formado recientemente. En otras especies, el par permanece junto de por vida porque las oportunidades de conseguir otra pareja disponible son muy escasas. Este parece ser el caso de los cucaracheros comunes (Troglodytes aedon). En general, en todas las especies monógamas permanentes, el divorcio tiene un costo elevado, especialmente para los machos, y los beneficios pueden ser mínimos.
Entre las especies longevas, aquellas que tienen baja fecundidad (ponen pocos huevos por nidada) son las más propensas a la monogamia permanente. Los procelariformes son las aves más longevas, pudiendo vivir más de 50 años. Todas las especies colocan un único huevo por nidada; pero además, las más longevas se reproducen bianualmente. Un meta estudio reciente con información de 13 especies de procelariformes encontró una correlación entre la expectativa de vida y la monogamia permanente: las más longevas son también las más estables en las parejas.
El divorcio en los albatros
Entre los albatros, no obstante, 4% de las parejas, en promedio, se divorcian, si bien solo lo hacen en situaciones muy particulares. Las evidencias indican que las parejas que se mantienen unidas reditúan la estabilidad en una mejor coordinación de las actividades de anidación y en el cuidado del polluelo que las que cambian de pareja dentro o entre estaciones. El resultado final de la estabilidad marital es un mayor éxito reproductivo (más eventos de nidificación exitosos).
Las causas de divorcio no están claras todavía, en parte debido a su baja frecuencia, pero se ha observado que es más probable cuando se ha perdido la nidada actual, o cuando hay una historia de fracasos previos, al menos cinco fracasos consecutivos en algunas especies. La probabilidad de perder la nidada puede relacionarse, a su vez, con la incompatibilidad dentro de la pareja. Aunque el término “incompatibilidad” puede ser muy vago, en algunas especies de aves (no necesariamente en albatros) una pareja puede ser incompatible cuando macho y hembra difieren en tamaño, o cuando la selección de pareja ha sido apresurada y no ha permitido evaluar las características de los candidatos potenciales. En este caso, la deserción se relacionaría con encontrar una pareja mejor, de mejor calidad intrínseca, en mejor condición, con mejores habilidades parentales o en posesión de un mejor territorio.

La incompatibilidad o la “baja” calidad de la pareja pueden hacerse más patentes cuando las condiciones reproductivas son adversas. Los albatros pasan la mayor parte de sus vidas en el océano buscando alimento y sólo tocan la tierra durante los periodos reproductivos. Se reproducen en islas oceánicas; en términos muy coloquiales, en mitad de la nada. La incubación es larga, de unas 10 semanas, durante las cuales, hembra y macho comparten turnos; el tiempo fuera del nido lo dedican a buscar alimento en las aguas oceánicas. La incubación es un proceso muy costoso energéticamente y los padres pueden llegar a perder hasta 80 gr de peso al día (el peso promedio de los albatros varía entre 2,5 kg, en las especies más pequeñas, y 8,5 kg en la más grande). Los adultos recorren centenas de kilómetros para cubrir sus necesidades alimentarias; sus presas principales son calamares, peces, crustáceos, medusas y krill, pero también consumen carroña. Cuando nace el polluelo, los padres comparten su tiempo entre buscar alimento y permanecer con el pichón, pero no necesariamente lo hacen por turnos bien coordinados. A medida que el pichón crece, permanece más tiempo solo en el nido mientras ambos padres buscan alimento. En la especies más grande, el albatros errante, Diomedea exulans, el polluelo puede llegar a consumir hasta 100 kg de alimento durante su crianza, que puede durar un año.
La relación entre el ambiente y el divorcio
La estabilidad de la pareja es importante en ambientes dinámicos como el oceánico. La zona de mezcla del agua oceánica (entre 0 y 500 m de profundidad) cambia constantemente por efecto del viento y el oleaje, por los cambios de temperatura y salinidad. Estos cambios también modifican la disponibilidad de alimento. Durante su vida, los albatros viajan grandes distancias sobre el mar en busca de alimento; hasta 5000 km al día en algunas especies. Pero mientras incuban y crían al polluelo están más restringidos en sus viajes porque deben regresar al nido con regularidad. Sin embargo, la duración y alcance de los viajes varía a lo largo de la incubación y crianza.
Un estudio publicado recientemente ha encontrado evidencias del efecto de las condiciones ambientales en la tasa de divorcio en el albatros de ceja negra (Thalassarche melanophris). Se trata del primer estudio observacional en demostrar que las fluctuaciones en variables ambientales abióticas modulan la prevalencia del divorcio en aves con monogamia permanente. Durante 15 años se ha seguido una colonia reproductiva en la Isla Nueva en las Islas Malvinas (Islas Falkland) en el Atlántico Sur. La observación prolongada de la colonia ha permitido descubrir que la estabilidad de las parejas está vinculada a la temperatura del agua oceánica. En los años con aguas superficiales más templadas, la tasa de divorcio se duplica (de 4% a 8% en promedio). De hecho, la tasa de divorcio crece linealmente con el aumento de la temperatura. Aunque durante esos años el fracaso reproductivo previo sigue siendo la principal asociación con el divorcio, también se observan divorcios en parejas que han sido exitosas previamente. Adicionalmente, el estudio también ha relevado que las hembras en las parejas exitosas sufren más las consecuencias del empeoramiento de las condiciones ambientales (mayor temperatura del agua) que los machos, o que las hembras que no se reprodujeron o fallaron.

La temperatura del agua afecta la cantidad de nutrientes y por tanto la cantidad de presas. Es un hecho harto conocido que las aguas más frías son las más productivas, y que las aguas tropicales que experimentan fenómenos de surgencia (afloración de aguas frías ricas en nutrientes y oxígeno) son más productivas que las que no los experimentan. La disminución en la disponibilidad de presas obliga a los padres albatros a viajar distancias mayores para reponer sus reservas y llevar alimento al polluelo. Esto acarrea otras consecuencias, por ejemplo, los padres tardan más en volver al nido con lo que el pichón pasa más tiempo desatendido, regresan en peores condiciones o pierden la coordinación entre sí. Adicionalmente, se especula que las condiciones adversas generarían estrés fisiológico en las hembras que podrían atribuir a su pareja, incrementando la probabilidad de que desertaran. El resultado final sería la deserción de la hembra durante ese periodo o el siguiente, aunque la pareja hubiera logrado sacar adelante al polluelo. En los albatros las hembras son generalmente las causantes del divorcio.
¿Tendrá un efecto en las poblaciones?
Aunque la tasa de divorcio en el albatros de ceja negra sigue siendo bajo cuando las aguas superficiales están más calientes, no se puede desdeñar su efecto a largo plazo. Las parejas que se divorcian no necesariamente consiguen un sustituto ese mismo año o en la siguiente temporada. De hacerlo, no necesariamente tendrían éxito en ese momento o al siguiente, ya que la coordinación y la intimidad del vínculo afectan el desempeño reproductivo de la pareja. Si año tras año se repitiesen los divorcios y esto llevase a una disminución del número de parejas reproductivas o de parejas exitosas, podría declinar la población. Los albatros tardan unos 4 años en alcanzar la madurez sexual y no se reproducen por primera vez hasta los 10 años. Con una fenología así, no hay efecto pequeño. Aunque todavía es temprano para aventurar pronósticos, y tenemos muchos “síes” en el relato, los hallazgos de este estudio generan interrogantes y abren nuevas líneas de investigación. ¿Podría afectarse la supervivencia del albatros por el calentamiento de los océanos en el futuro cercano?
Autora: Zaida Tárano Miranda (Colaboradora Provita Internacional).
Créditos fotos del albatros de ceja negra:
En el agua, Ed Dunens vía Wikimedia Commons
En el nido, Liam Quinn Wikimedia Commons
Alimentando al polluelo, Andrew Silva vía Wikimedia Commons
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