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Celebramos a las abejas en su día


Las abejas son sinónimo de miel, de vida en colonias y trabajo cooperativo. Estas concepciones se deben, en gran medida, a las abejas melíferas, unas ocho especies del género Apis. Entre ellas, la abeja melífera occidental (Apis mellifera) y la abeja surasiática (Apis cerana) son las más conocidas. Ambas especies son sociales y forman colonias que viven en colmenas y poseen aguijón y veneno. Aunque no son las únicas abejas que producen miel, sí son las únicas especies que se han domesticado para este fin.


Mucho más que colmenas, miel y aguijones


La Tierra alberga más de 20.000 especies de abejas repartidas en siete familias taxonómicas: Apidae (la más diversa), Andrenidae, Collettidae, Halictidae (la segunda en diversidad y la que agrupa a las abejas más pequeñas), Megachilidae, Melittidae y Stenitritidae. La mayoría de las especies de abejas no viven en colmenas. De hecho, solo 10% de las abejas muestran algún grado de socialidad, 75% son solitarias y 15% son parásitas (cleptoparásitas y parásitas sociales). Entre las abejas solitarias están las abejas carpinteras del género Xylocopa (Apidae), las cortadoras de hojas del género Megachile (Megachilidae), las abejas del sudor (Halictidae) y las abejas albañiles del género Osmia (Megachilidae).


Aunque la presencia del aguijón es común, no todas las abejas tienen aguijón o veneno. Por ejemplo, las obreras de las abejas meliponinas (Apidae) tienen un aguijón muy reducido que no es efectivo para la defensa. Las abejas mineras (abejas solitarias que anidan en el suelo) de la familia Andrenidae tampoco tienen aguijón. La ausencia del aguijón no significa que carezcan de sistemas de defensa; de hecho, la mordedura de algunas especies puede ser muy dolorosa.


Las especies solitarias no producen miel, aunque la mayoría colecta polen y néctar que llevan al nido para alimentar a las larvas. Sin embargo, los nomadinos (Apidae), abejas parásitas que depositan sus huevos en los nidos de otras abejas, ni siquiera colectan polen. Sea que produzcan miel o no, que recolecten polen o no, todas las abejas se alimentan de néctar y polen, y menos comúnmente de aceites florales. Por eso, las abejas son las principales polinizadoras de las plantas con flores.



Valor ecológico de las abejas


Las abejas son fundamentales en los ecosistemas terrestres por su efecto como polinizadoras. Aunque otros insectos son importantes en la polinización, algunos estudios científicos indican que las abejas son los mejores y los principales polinizadores de las angiospermas (plantas con flores). Las abejas silvestres y las que han sido domesticadas para esta función, tienen un impacto significativo en la polinización de una gran diversidad de cultivos de importancia para el ser humano. En términos generales, se estima que 35% de la producción de las plantas cultivo depende de las abejas y los abejorros (Bombus, Apidae); en términos más impactantes: una de cada tres cucharadas de nuestra comida. Pero además, los frutos resultantes son de mejor calidad y durabilidad que los producidos por la acción de otros polinizadores.


La asociación planta-abeja es importante en ambos sentidos: algunas abejas se han especializado en un solo género de plantas (abejas monolécticas) mientras que algunas plantas, en particular algunas plantas cultivadas, solo pueden ser polinizadas por un número reducido de especies. Si se pierden algunas especies de plantas se perderán también a las abejas que dependen de ellas. Si se reduce la diversidad de abejas también disminuirá la variedad de productos agrícolas y la diversidad vegetal de los ecosistemas naturales. Por supuesto, las abejas polilécticas (generalistas) tienen mayor probabilidad de sobrevivir a las perturbaciones en la diversidad de plantas que las monolécticas.


Aunque algunas las abejas melíferas y abejorros, algunos megaquílidos y halíctidos se han domesticado y se utilizan en la agricultura, el manejo de especies no es de lejos la solución al problema de la pérdida de producción agrícola si se afectan las poblaciones silvestres de abejas. Sin duda, tampoco resuelve el problema de la desaparición de especies de plantas en ambientes naturales que tienen un valor ecológico, cultural, alimentario, escénico y hasta económico para las comunidades locales, para el conjunto de la sociedad y para el resto de los seres vivos que se interrelacionan con ellas.




Desaparecen sin que nos demos cuenta


La falta de información sobre el estado poblacional de las especies de abejas es la mayor fuente de preocupación para los especialistas en este grupo. Según la Lista Roja de Especies Amenazadas de la UICN, la categoría Datos Insuficientes (DD) se aplica a 85% de las especies de las familias Andrenidae y Megachilidae, 75% de las especies de Halicitidae, 60% de las especies de Colletidae, 53% de las especies de Melitidae y 47% de las especies de Apidae (la familia más diversa). Aproximadamente 15% de las especies ya están clasificadas en alguna categoría de amenaza: En Peligro Crítico (CR), En Peligro (EN), Vulnerable (VU) o Casi Amenazada (NT).


Las abejas no están amenazadas en el mismo grado en todas las regiones del planeta. En Norteamérica, 26% de las especies están amenazadas (CR, EN, VU), mientras que en Europa es el 10% (CR, EN, VU, NT). En Centro América y el norte de Asia la situación es más alarmante, con más del 40% de las especies amenazadas (CR, EN, VU, NT). En Europa, 20% de las especies amenazadas son endémicas; si se pierden allí se habrán perdido para todo el planeta.


Los abejorros (Bombus) están entre las abejas más amenazadas a nivel mundial. Por ejemplo, en España, la primera abeja incluida en una lista roja o atlas europeo fue el abejorro endémido de la Sierra Nevada (Granada), Bombus reinigiellus (EN). Pero otras especies de Bombus también están en En Peligro (EN) en España, y cuatro son Vulnerables (VU): Bombus cullumanus, Bombus gerstaeckeri, Bombus inexspectatus y Bombus lapidarius.



Una investigación realizada en Gran Bretaña con 353 especies de abejas silvestres y moscas de las flores, entre 1980 y 2013, reveló una situación alarmante. Las abejas y las moscas florares ya no están en un cuarto de las localidades que ocupaban en 1980, un tercio de las especies ocupan ahora áreas más pequeñas y el número de especies por kilómetro cuadrado es 11 veces menor ahora. En Alemania se ha observado una disminución de 75% en las poblaciones de insectos en los últimos 25 años; algo similar se ha encontrado en los bosques húmedos de Puerto Rico.


A nivel más vernáculo, hasta el lugareño más distraído se ha dado cuenta de que cada vez se ven menos insectos en el campo, y en particular, menos abejas. Con la excepción de las abejas melíferas, cuyas colmenas son cuidadas, hasta donde es posible, por los apicultores, todas las demás abejas parecen ser cada vez más escasas. Cuando era niña, los abejorros y otras abejas zumbaban incesantemente alrededor de las flores del jardín de mi abuela materna. Hoy, es para hacer una fiesta si llega un par de abejorros en todo el día.


Los sospechosos habituales


Las causas del declive de las abejas están estrechamente ligadas a la acción humana. Las actividades agrícolas, en especial el uso de pesticidas y fertilizantes, la contaminación en general, la modificación del hábitat para diferentes fines, el cambio climático y las especies invasoras son las principales amenazas en una larga lista. Durante las estaciones extremadamente secas, las abejas pasan trabajo, literalmente, para poder encontrar flores con néctar. Esto no solo afecta la producción de miel con fines comerciales sino la supervivencia de las especies. El tiempo de vida de una abeja se reduce con el esfuerzo de vuelo entre las zonas de alimentación y los sitios de descanso y anidación.


Los pesticidas neonicotinoides pueden ser los responsables de un fenómeno conocido como colapso de la colmena, descrito en la primera década del siglo XXI. Este colapso se debe a la muerte súbita de un gran número de abejas obreras y afecta a un número importante de colmenas apícolas a nivel mundial y también a colonias silvestres.

La acción de unos ácaros, las varroas (Varroa destructor y Varroa jacobsi), es la causa de la varroasis, una enfermedad que afecta a las abejas de la miel. Ambas especies de varroa parasitaban inicialmente a la abeja melífera asiática, pero desde hace varias décadas también se encuentra en las abejas europeas. Varroa destructor causó daños graves a partir de los años 50 y Varroa jacobsi amenaza con convertirse en una plaga igual o peor ahora.


Por si esto fuera poco, la invasión de la avispa asiática (Vespa velutina) a muchas regiones del mundo, representa una amenaza grave para todos los insectos autóctonos. La abeja melífera asiática ha convivido con esta avispa por decenas de miles de años y posee mecanismos de defensa contra ella, no así las abejas de otras regiones.



Conservar a las abejas requiere una mejor gestión ambiental


El 20 de mayo celebramos el Día Mundial de las Abejas, una iniciativa para fomentar la protección de estas incasables servidoras de nuestros ecosistemas. La conservación de las abejas requiere acciones varios niveles. Primero, es necesario expandir y proteger los recursos florales y los lugares de refugio y anidamiento, en zonas silvestres, agrícolas, ganaderas y ciudades. La razón es muy simple, al aumentar la disponibilidad de flores incrementa la abundancia y diversidad de abejas. Acciones tan sencillas como proteger de los lindes de caminos y las márgenes de los cultivos, que suelen contener muchas especies florales, tienen un gran impacto positivo sobre las abejas. La siembra de especies florales autóctonas en parques y plazas públicas y en los jardines privados es otra acción al alcance de los ayuntamientos y las personas. Las ciudades pueden llegar a ser refugios para los polinizadores, como se ha visto, por ejemplo, en Alemania, Reino Unido, Australia, Costa Rica, Canadá, Estados Unidos o España.


Por supuesto, también es necesario proteger los ambientes naturales, en especial los que mantienen alta diversidad y endemismo de abejas. Esto requiere acciones a nivel legal y educativo. Pero las abejas no estarán a salvo si no se desarrollan estrategias agroambientales que contemplen técnicas de cultivo respetuosas para las abejas, como la reducción en el uso de pesticidas o el desarrollo de pesticidas y fertilizantes inocuos para las abejas. Las plantaciones en mosaico y la ampliación de la superficie dedicada a la agricultura ecológica también son fundamentales para favorecer la diversidad de abejas.


La educación ambiental es la piedra angular para el éxito de cualquier estrategia de conservación de las abejas. Iniciativas como colocar nidales artificiales y colmenas de observación en lugares públicos como parques o centros educativos tienen un papel didáctico muy importante. Pero la educación que tendrá mayor efecto es aquella que se desarrolle con los grupos de personas cuyas actividades tienen impacto directo sobre las abejas. Típicamente, estos grupos son los más reacios a recibirla y a modificar su comportamiento. Para lograrlo, es necesario mejorar el conocimiento general que tienen sobre las abejas y difundir los beneficios directos e indirectos que las abejas les proporcionan.



Todos los fruticultores saben que la producción mejora con el abono, la poda y el riego. Pero, aunque parezca increíble, muchos no tienen idea del papel que desempeñan las aves y los insectos (como las abejas) en el resultado final. Muchos árboles frutales son autoestériles, esto significa que las flores de un árbol solo pueden ser polinizadas por el polen de otro árbol. ¿Quién lleva el polen de un árbol a otro? pues las aves, los insectos, y también algunos murciélagos que se alimentan de néctar y de polen. El manzano es uno de estos árboles, de modo que bien podemos decir que sin insectos no hay sidra. Por eso, el conocimiento es una herramienta fundamental en la conservación.


El 20 de mayo, participa en las actividades que se hayan programado en tu escuela y en tu comunidad, busca alternativas a los insecticidas para proteger las plantas de tu jardín, propicia encuentros con las autoridades locales para fomentar la siembra de flores autóctonas en plazas y jardines, y por supuesto, comparte este post para ayudarnos a divulgar la importancia de estos pequeños insectos.



Autora: Zaida Tárano Miranda (Colaboradora Provita Internacional)

Créditos fotos en el orden que aparecen:

Apis mellifera (abeja melífera occidental), en flor de ciruelo Prunus padus, Ivar Leidus via Wikimedia Commons

Osmia bicornis (abeja albañil), Gailhampshire via Wikimedia Commons

Nomada vicina (abeja parásita), Jacy Lucier via Wikimedia Commons

Bombus lapidarius (abejorro, zángano) Arnstein Staverløkk, Norsk institutt for naturforskning, via Wikimedia Commons

Lasioglossum sp. (abeja del sudor), Iostinfog via Wikimedia Commons

Bombus terrestris (abejorro, reina) en las flores de la lima (Tilia cordata), Ivar Leidus via Wikimedia Commons

Apis mellifera en vuelo, Muhammad Mahdi Karim via Wikimedia Commons

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